"Bipolaridad y depresión: Dos caras de una misma confusión"

 


 

Hoy me nació escribir sobre un tema que muchas veces es malinterpretado: la bipolaridad y su constante confusión con la depresión. Esta reflexión surge a raíz de una nota periodística que leí esta mañana, donde se hablaba de una persona que, durante años, fue diagnosticada con depresión, pero en realidad padecía un trastorno bipolar. No es un caso aislado; esta confusión es más común de lo que pensamos y puede tener consecuencias importantes en la vida de quienes la padecen.

La depresión es un abismo. Es sentir que el mundo pierde color, que la energía desaparece y que las cosas que antes daban placer hoy son solo un eco lejano. Es un trastorno devastador, pero su curso suele ser relativamente estable: episodios depresivos que pueden durar semanas, meses o más, con una sensación persistente de tristeza, desesperanza y fatiga.

El trastorno bipolar, en cambio, es una montaña rusa emocional. No es solo la tristeza profunda de la depresión, sino también la exaltación de la manía. En su fase maníaca o hipomaníaca, una persona bipolar puede sentirse invencible, llena de energía, con una creatividad desbordante y una necesidad de hablar, gastar o actuar impulsivamente. Pero esta euforia es engañosa y muchas veces termina en una caída abrupta, en un episodio depresivo que puede ser aún más demoledor que la depresión en sí misma.

Aquí radica la gran confusión: cuando una persona con trastorno bipolar busca ayuda, es común que lo haga en un episodio depresivo. Los médicos, sin un historial completo, pueden diagnosticarlo erróneamente con depresión unipolar, omitiendo la fase maníaca porque el paciente no la menciona o porque aún no la ha experimentado con claridad. El problema es que los tratamientos para la depresión y la bipolaridad no son los mismos. Un antidepresivo en una persona bipolar sin un estabilizador del ánimo adecuado puede desencadenar una fase maníaca, acelerando el ciclo de altibajos y agravando la condición.

Esta confusión nos invita a reflexionar sobre la importancia del diagnóstico preciso y del conocimiento de nuestra propia historia emocional. No es suficiente con sentirnos mal para asumir que tenemos depresión; es necesario entender cómo evolucionan nuestras emociones, cómo varían en el tiempo y si han existido momentos de euforia que podrían pasar desapercibidos.

La salud mental sigue siendo un tema envuelto en estigmas y desinformación. Pero cuanto más hablemos de ello, más claro será para todos. Porque entender la diferencia entre depresión y bipolaridad no es solo un tema médico; es un paso hacia el autoconocimiento, hacia una vida más equilibrada y, sobre todo, hacia un tratamiento adecuado que pueda mejorar la vida de muchas personas que hoy aún caminan en la sombra de un diagnóstico incorrecto

Escrito propio L.C 2025

Para Dualidad: un proyecto que emerge desde mi propia carencia, transformando la ausencia en aprendizaje y guiándote en la construcción de tu verdadera riqueza.

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